El día murió y volvió a nacer poco más de cuatro minutos después este lunes en el sur de Estados Unidos. Hubo tiempo para abrazarse, llorar, gritar. Pese a las nubes, el eclipse total de Sol pudo ser visto en esta parte del mundo que quedó brevemente en la penumbra.
Hasta el parque Stonehenge II, en la ciudad de Ingram (Texas), donde se erige una réplica de aquel monumento de piedra prehistórico en lo que ahora es Reino Unido, llegaron unas 2.000 personas para observar este raro fenómeno que atravesó toda Norteamérica, de México a Canadá. Algunas acamparon desde el día anterior.
Ingram es uno de los lugares en donde el eclipse pudo ser visto en su totalidad por más tiempo.
Recostados en el piso con lentes protectores, usando grandes telescopios e incluso bebiendo vino en cómodas sillas para la ocasión, los visitantes celebraban cada vez que las nubes grises se abrían y concedían escasos segundos de permiso para observar el espectáculo.
«Tres, dos, uno», gritaba un asistente que llevaba una cuenta regresiva para el inicio del momento de la «totalidad».
Y allí estaba el Sol, con la Luna cubriéndolo completamente -como un enorme círculo negro- mientras sus brillantes barbas se escapaban por los bordes de la circunferencia. Eran las 13H32 locales.
«Queríamos vivir el eclipse en Stonehenge II. Pensamos que sería realmente divertido. Y fue tan conmovedor y espectacular. Intenté tomar fotografías con mi cámara. Lloré un poco porque es tan hermoso (…). Fue realmente maravilloso», dice Mary Elizabeth Fernández, una bibliotecaria de 43 años, que llegó con su novio.
Unos metros más allá, un grupo de hermanos comparte bebidas y aperitivos.
«Llegamos al eclipse desde tres estados diferentes. Mi marido y yo venimos de Illinois. Mi hermana vino de California y mi hermano y mi cuñada vinieron del sur de Florida», cuenta Mary McClintock, una profesora jubilada de 77 años.
«Estuvimos muy felices de ver las diferentes etapas, a pesar de que estaba nublado. Y queríamos estar juntos. Y entonces pensamos que incluso si está nublado, estaríamos felices de estar aquí como familia», agregó.
-Luz vence a la oscuridad-
Unos metros más allá, los esposos Jeni Lyn Hunter, de 60 años, y Charles Guillory, de 57, llevan sombreros que evocan a los de un mago o hechicera. Su motivo trasciende lo astronómico.
«Significa mucho para mí porque tengo cáncer en etapa 4 pero no me rendiré, este es un renacimiento del Sol de la vida, es el ciclo entre la vida y la muerte y la vida nuevamente, y voy a vivir por él y por mí, y porque no quiero ir a ningún lado», declaró Lyn.
«Mis esperanzas son que ella se quede conmigo», aseguró Guillory.
Más lejos, debajo de las réplicas de un moái -aquellas enormes cabezas de Isla de Pascua- los esposos Gary y Elizabeth Christensen se toman fotos. Están allí para celebrar el cumpleaños número 62 de Gary.
«Desde hace año y medio, este es el único regalo que nos damos cada Navidad, cada Día de la Madre, Día del Padre, cumpleaños: nos vamos al eclipse», comentó Elizabeth, de 60 años.
En otra parte, Robb Guzmán, disfrazado con una enorme cabeza verde de alargados ojos negros, tenía otros motivos para la visita. «Pensé que los aliens iban a venir esta vez, pero igual fue fantástico», aseguró.
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