Brasil.- En un fin de semana marcado por inundaciones sin precedentes en Porto Alegre, Brasil, miles de habitantes se vieron obligados a buscar refugio debido a las devastadoras consecuencias que dejaron 79 personas fallecidas.
Con el nivel del río alcanzando cifras históricas, aproximadamente 6,000 ciudadanos de la capital de Río Grande do Sul, de una población total de 1.3 millones, tuvieron que abandonar sus hogares y dirigirse a refugios públicos o casas de familiares y amigos.
En un gesto de solidaridad, el anexo del estadio del Grêmio, uno de los principales clubes de fútbol de la ciudad, se convirtió en un refugio improvisado para familias como la de Marianete Silva, una empleada doméstica de 49 años, cuyo vecindario quedó completamente inundado.
A pesar de la ayuda brindada por voluntarios, Silva expresó su preocupación por la salud de su hijo, quien sufría de bronquitis y necesitaba atención médica urgente en un lugar con mejores condiciones de higiene.
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Mientras tanto, la ciudad enfrenta una crisis en el suministro de agua potable, con el 70% de la población afectada debido al mal funcionamiento de estaciones de tratamiento de agua. El alcalde de Porto Alegre, Sabestião Melo, subrayó la importancia de conservar cada gota de agua en medio de la emergencia.
El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, visitó la región por segunda vez desde el inicio de las inundaciones, comprometiéndose a agilizar la entrega de ayuda sin trabas burocráticas. Junto a su equipo de gobierno y líderes legislativos, se comprometió a acelerar la aprobación de medidas para hacer frente a la crisis y brindar apoyo a los afectados.
A pesar de una ligera mejoría en las condiciones climáticas, las autoridades advierten sobre el riesgo de deslizamientos de tierra y el aumento potencial de víctimas.
Con un balance de 79 fallecidos, 105 desaparecidos y más de 134,000 desplazados en todo el estado, la situación sigue siendo crítica a pesar de la disminución de las lluvias.