Crónica.- Lo que para dos jóvenes de 12 y 13 años era una feliz tarde de fútbol en Kissena Park, en Queens, para un depravado sexual era la oportunidad perfecta para satisfacer sus oscuras necesidades, donde el único testigo era el silencio en un tranquilo parque de la ciudad de Nueva York.
Con la frialdad de un animal, el misterioso hombre salió de su escondite de sombras para irrumpir la bulliciosa felicidad de este par de almas inocentes, que en un abrir y cerrar de ojos, se vieron petrificados ante las amenazas de un atacante que armado con un cuchillo los amenazó de muerte si llegaban a gritar.
Tomando a la niña de 12 años del brazo y al joven de 13 de la nuca, el sujeto llevó a sus presas a un lado oscuro en una arbolada, lugar que sería escenario de un traumático desenlace.
La niña, presa de un horror indescriptible, sufrió el ultraje de un ser sin corazón, mientras su compañero de patear la pelota presenciaba, impotente, el atroz acto que se desplegaba ante sus ojos petrificados por el miedo y la impotencia.
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Las cuerdas de los zapatos, convertidas en instrumentos de esclavitud, ataron las muñecas de los desamparados jóvenes, cuyos corazones latían al compás del miedo y la desesperación.
El vil agresor no solo arrebató la inocencia de la niña, sino también las pertenencias de ambas víctimas, dejándolos abandonados, sin dinero y sin teléfonos para comunicarse con las autoridades.
En una última amenaza, el delincuente condicionó al joven de 13 años a contar hasta 100, de no obedecer, ambos perderían la vida. Tras finalizar el conteo, ya el agresor no estaba pero el rastro de vileza quedó impregnado en el parque y en la memoria de estos amigos.
Un buen samaritano escuchó entre los árboles un pedido de ayuda que se dejaba escuchar entre llanos, y de inmediato solicitó ayuda de la policía luego de que una de las víctimas contara lo sucedido.
Un cordón de zapato, una botella de agua y fluido seminal fueron las primeras pruebas tomadas por los detectives, que ante el testimonio de las víctimas sabían que estaban buscando a un hombre de origen hispano de unos 20 años, que mide 5 pies 5 pulgadas de algo, con cabello rizado, camiseta negra pantalones deportivos negros, zapatillas rojas y una mochila verde.
Tras una segunda revisión de cámaras de seguridad el sospechoso fue captado y al poco tiempo la Policía de Nueva York publicó un aviso de búsqueda con la recompensa de $10,000 dólares.
Este segundo anuncio vino acompañado de una segunda descripción dada por la joven abusada, quien tras varios días se animó a hablar sobre lo sucedido y dijo que el sujeto tenía aparatos ortopédicos en los dientes, un tatuaje en el pecho de un jabalí con cuernos y ojos rojos.
A los pocos días del anuncio, este lunes, otros inmigrantes de un refugio ubicado en Queens denunciaron al hombre, lo reconocieron por la foto y la descripción.
Pese a que aún no se revela su identidad, el sospechoso fue puesto bajo custodia policial, además se reveló que es un inmigrante ecuatoriano que ingresó a Estados Unidos en el año 2021.
De momento, las sombras de este suceso quedaron impregnadas en el Kissena Park, donde el miedo se adueñó de lo que alguna vez fue un tranquilo parque destinado para la recreación de los neoyorquinos.