Miles y miles de personas festejaron en las calles de toda España el triunfo de su selección en la Eurocopa tras imponerse a Inglaterra (2-1), culminando su romance con un equipo fresco y atrevido en el que no habían depositado demasiadas esperanzas.
«Cuando empezamos, pensaba que no íbamos a pasar la fase de grupos», y «hoy estar aquí significa mucho, han vuelto a unir a un país y es muy bonito», explicó Cora Barciela, una veinteañera de Mallorca que vio el partido en la plaza Colón de Madrid.
El gol de la victoria de Mikel Oyarzabal hacia el final del partido dio paso a una oleada de abrazos, lágrimas, gritos, ante las decenas y decenas de pantallas gigantes instaladas en las ciudades de todo el país, reinando la sensación de que la final estaba liquidada y de que el buen juego del equipo -seis victorias y pocos sobresaltos antes de este domingo- iba a verse recompensado.
«Son jóvenes y descarados, una gran alegría, la verdad», confesaba alborozada Dolores Martínez, de 45 años, una sevillana que vive en la capital española.
El aficionado español está acostumbrado a celebrar: desde 2001, clubes como el Real Madrid, el Barça, el Sevilla o el Villarreal, y la selección del país han ganado todas las finales contra equipos extranjeros que han disputado, salvo una: la Liga de Naciones de 2021 contra Francia.
– Una selección coral y diversa –
En la memoria de los hinchas permanecerá la selección española que ganó el Mundial 2010 y dos Eurocopas seguidas (2008 y 2012).
Sin embargo, este equipo nacional tiene un aroma diferente, y ha despertado una simpatía y unanimidad inusuales entre los aficionados españoles, tribales y mucho más apegados a sus clubes que a la selección.
En Madrid se coreó el nombre del jugador del Barça Lamine Yamal, y en Barcelona se celebraron las contundentes acciones defensivas de los madridistas Nacho o Carvajal.
«¡Soy del Barça, y quiero el Balón de Oro para Carvajal!», exclamó la mallorquina Cora Barciela, mientras a su lado, su amiga hispano-uruguaya Agustina Cordara, merengue, decía lo mismo de Lamal.
A la buena recepción que ha tenido esta selección contribuyeron jóvenes como Nico Williams o Lamine Yamal, hijos de inmigrantes que no escaparon al debate político sobre los recién llegados, pero también veteranos como Dani Carvajal, Rodri o Morata.
La composición del equipo mucho más diversa de la habitual -el club que ha aportado más jugadores es la Real Sociedad (5), cuando solían ser Barça o Madrid- también ha contribuido a ponerle sordina a las controversias.
Como ejemplo de esa diversidad, el pueblo sevillano de Los Palacios y Villafranca (38.000 habitantes), con Fabián y Jesús Navas, ha aportado a la selección los mismos jugadores que Madrid y uno más que Barcelona. Por contar, el equipo contaba hasta con dos franceses nacionalizados que han realizado un gran torneo: Le Normand y Laporte.
– Una tregua al fútbol tribal –
Y, finalmente, los aficionados españoles han descubierto la extraordinaria calidad de jugadores exiliados en otras ligas, como Cucurella, Fabián y Rodri, elegido el mejor del torneo.
«Me han sorprendido esos grandes jugadores», explicó César Gallegos, un madrileño de 57 años. «Creo que los clubes españoles deberían traerlos» de vuelta, sostuvo.
«Esto es una alegría, juntarnos el país entero y celebrarlo», explicó Iker García, un joven de la localidad andaluza de Barbate, mientras su amigo Azael Berenguel definía la final como «la guinda del pastel».
La tregua entre aficionados españoles propiciada por esta joven selección tiene fecha de caducidad, recordó la aficionada Cora Barciela.
«Hoy es que es el último día en el que seas del equipo que seas, vas a amar a Lamine, vas a amar a Carvajal. Luego, cambiarán las cosas», sentenció entre risas.
Quien no olvidará su primera final de la selección española desde que se instaló a vivir en Madrid es Rafael Pineda, un hispano-venezolano de 24 años.
«Me voy feliz, me voy feliz», repetía.
al/mcd
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