La música Bad Bunny activa neurotransmisores clave como la dopamina, serotonina y oxitocina generando placer, bienestar, euforia y un fuerte sentido de comunidad entre los asistentes.
Un estudio del Colegio de Químicos de Puerto Rico (CQPR), presentado este lunes, reveló el análisis que profundiza en el impacto de la música del popular artista puertorriqueño, detallando que no se realizó desde la óptica del espectáculo, sino desde la química cerebral, el impacto ambiental y la innovación energética.
María Santiago Reyes, miembro y pasada presidenta del CQPR, dijo al respecto que «la gente no solo baila, también se conecta bioquímicamente» y explicó también que “el fenómeno cultural que representa Bad Bunny también es una oportunidad científica para educar sobre temas urgentes como la sostenibilidad, la salud mental colectiva y la transición energética”.
En su análisis, la profesional también aclaró que “la química del cerebro explica por qué miles de personas se sienten tan emocionalmente vinculadas a estas experiencias masivas”.