Los atrios de los templos católicos mexicanos serán habilitados para la entrega de armas a cambio de incentivos económicos y legales, como parte de un plan anunciado este martes por el gobierno para reducir la violencia
Para el gobierno mexicano hay un vínculo entre el tráfico ilegal de armas, provenientes casi en su totalidad de Estados Unidos, y la espiral de violencia criminal que sacude al país desde finales de 2006, cuando se lanzó una polémica ofensiva militar antidrogas.
«Se trata de, en los atrios de las iglesias, colocar lugares donde la gente puede ir a entregar su arma de manera voluntaria y se le da recursos económicos a partir del arma que está entregando», explicó la presidenta Claudia Sheinbaum en su habitual conferencia de prensa.
La mandataria izquierdista sostuvo que el programa denominado «Sí al desarme, sí a la paz» garantiza que quienes entreguen armas no afrontarán «ninguna investigación».
«Lo que queremos es desarmar. Esto se va a incorporar el año que entra, lo hicimos también en la Ciudad de México y también tuvo importantes resultados», agregó la exalcaldesa de la capital, de 9,2 millones de habitantes.
El plan de desarme forma parte de la «estrategia integral» de seguridad del gobierno, uno de cuyos ejes es la promoción de una cultura de paz, sobre todo en regiones castigadas por la violencia del crimen organizado, apuntó Sheinbaum.
Más de 450.000 personas han sido asesinadas en México desde que el Estado lanzó una operación antidrogas con participación militar, a lo que se suman unos 100.000 desaparecidos.
Pese a ser un estado laico, la Iglesia católica mexicana ha sido un actor protagónico en los esfuerzos para contener la violencia, con sacerdotes actuando como mediadores entre ciudadanos y criminales. Varios religiosos han sido asesinados por esta causa.
Apenas la semana pasada, la jerarquía católica llamó a los cárteles a declarar una tregua en sus acciones violentas con motivo del día de la Virgen de Guadalupe, que se conmemoró el 12 de diciembre, y de las fiestas navideñas.
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