Faltan unas horas para que el huracán Helene impacte el noroeste de Florida. Algunos habitantes esperaban poder seguir en casa, pero acabaron marchándose. Otros se han negado a hacerlo, con la esperanza de que la tormenta se desvíe hacia un lugar distinto.
El área situada entre la capital floridana, Tallahassee, y la costa del golfo de México, unos 70 km al sur, se encuentra muy cerca de la trayectoria que seguirá Helene, según el centro estadounidense de huracanes (NHC).
Las pequeñas ciudades de esta zona boscosa están casi desiertas este jueves, después de que las autoridades ordenaran una evacuación por temor a las marejadas ciclónicas y los fuertes vientos.
La mayoría de las tiendas cerraron y muchas tienen las ventanas protegidas por tablones de madera y sacos de arenas. Pero algunos residentes, como Lance Palmer, todavía hacen sus últimos preparativos.
A primera hora de la tarde, este actor y músico llena el depósito de su Jeep y se dispone a abandonar su casa en Panacea, al borde del océano, y alejarse de la costa.
«Estaba vigilando las condiciones para saber si me quedaba o no», explica este hombre de 53 años. «Lo que ha pasado es que esta mañana el nivel del agua ya llegaba a mitad de camino de mi casa. Así que pensé: ‘De verdad tengo que irme'».
Cerca de él, en la misma gasolinera, John Luper tiene un problema: él quiere irse a un lugar más alto por temor a las inundaciones, pero su madre y su hermano se niegan a escucharlo.
«Ellos no se van a ir, así que estoy atrapado con ellos», dice resignado este empresario local mientras llena dos bidones de carburante.
La zona donde residen, cerca de la bahía de Apalache, podría sufrir marejadas ciclónicas de hasta seis metros de alto, según alertaron las autoridades.
– Albergues de emergencia –
Mientras, al norte, en Tallahassee, la Cruz Roja trabaja contra reloj para acoger a quienes no tienen donde ir durante la tormenta.
En uno de sus albergues improvisados, en la cancha de baloncesto de una escuela, la organización distribuye comida a las decenas de personas que acudieron: adultos, niños y ancianos.
Algunos ya han instalado almohadas y cojines en el suelo para tratar de pasar las próximas horas con la mayor comodidad posible.
Greg Farnsley prefiere pasar tiempo afuera y fumar sentado en un banco antes de que la tormenta se lo impida.
Su esposa y él pensaban pasar el huracán en su casa rodante, a pocos kilómetros de la costa, pero la intensidad de Helene los asustó.
«Estoy contento de estar aquí. Es mucho más seguro que quedarse en casa», dice este hombre de 66 años. «Sólo espero que, mañana por la tarde, las carreteras de camino a casa estén despejadas y que ésta seguirá ahí, tal y como la dejé».
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