Cientos de personas se manifestaron este domingo en el estado mexicano de Sinaloa (noroeste) para exigir el fin de una ola de violencia atribuida a una pugna interna de un poderoso cártel del narcotráfico que deja decenas de muertos desde el 9 de septiembre.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, que termina su mandato el 1 de octubre, lamentó este domingo la muerte de tres soldados en una refriega el viernes, cuando visitó ese estado.
«Se le hizo daño a un grupo de militares y fallecieron tres», dijo desde la ciudad de Chetumal (sureste), al precisar que los uniformados realizaban labores de vigilancia «para evitar enfrentamientos entre la delincuencia organizada».
«Me dolió mucho porque estaban en el cumplimiento de su deber», añadió el mandatario, quien estuvo en una comunidad rural de Sinaloa.
La manifestación de este domingo se realizó en la capital, Culiacán, donde se reportan la mayor parte de las decenas de muertos que dejan 20 días de balaceras y bloqueos de calles y carreteras.
«Exigimos una agenda de paz», se leía en las pancartas que llevaban los cientos de manifestantes, la mayoría vestidos de blanco. Otros portaban imágenes de personas desaparecidas, constató la AFP.
La mayor parte de los asistentes declinó responder preguntas de los periodistas.
Este brote de violencia es atribuido a una pelea entre los hijos del narcotraficante Joaquín «El Chapo» Guzmán y los allegados de otro de los cofudadores del poderoso Cártel de Sinaloa, Ismael «El Mayo» Zambada.
Zambada, de 76 años y uno de los líderes históricos de ese grupo criminal junto con Guzmán, fue detenido en Estados Unidos el 25 de julio, a donde fue llevado en un avión por uno de los los hijos del Chapo.
El veterano capo acusa a Guzmán hijo de haberlo secuestrado y entregado a la justicia estadounidense.
López Obrador, por su parte, ha responsabilizado a Estados Unidos por esta sangrienta disputa.
El izquierdista concluye su gobierno el martes con un registro de casi 200.000 asesinatos en su mandato de seis años.
El presidente saliente ha privilegiado la denominada política de «abrazos, no balazos», entregando ayudas económicas a jóvenes para evitar sean reclutados por criminales.
López Obrador pasa las riendas a su aliada Claudia Sheinbaum, quien anticipa que continuará esa misma estrategia, pero reforzando la coordinación entre las fuerzas del orden y la fiscalía general.
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